CREDO

LA DIDACHÉ

Escrita en el siglo I, es la PRIMERA CATEQUESIS escrita conocida fuera de la Escritura. Su nombre proviene del griego “enseñar” y el contenido es la enseñanza de los apóstoles:
 
un resumen catequético de los sacramentos cristianos, prácticas y de la moral. Fue escrita, probablemente, por discípulos de los apóstoles y presenta la enseñanza por los que estuvieron más cerca de la persona de Jesucristo.
 
Este extracto contiene una ENSEÑANZA para este mundo de hoy, diferente al del siglo I, pero con la misma necesidad de santidad:
<<1.Hijo mío, huye de todo mal y de todo lo que se le asemeje. 2. No seas irascible, porque la ira conduce al asesinato, ni envidioso ni amigo de disputas ni apasionado, pues de todas estas cosas provienen los homicidios. 3. Hijo mío, no seas voluptuoso, pues la pasión conduce a la fornicación, ni de hablar obsceno ni de mirar deshonesto, pues de todo esto proceden los adulterios. 4. Hijo mío, no seas adivino, porque conduce a la idolatría, ni encantador ni astrólogo ni purificador; ni siquiera desees ver ni oír estas cosas, pues de todas ellas procede la idolatría. 5. Hijo mío, no seas embustero, porque la mentira conduce al robo, ni avaro ni vanidoso, pues de todo esto proceden los robos. 6. Hijo mío, no seas murmurador, porque conduce a la calumnia, ni presuntuoso ni de malos sentimientos, pues de todo esto proceden las calumnias. 7. Sé, en cambio manso, porque los mansos heredarán la tierra. 8. Sé paciente, misericordioso y sencillo, reposado bueno y siempre temeroso a las palabras que escuchaste. 9. No te enaltecerás ni infundirás a tu alma temeridad. Tu alma no se juntará con los altivos, sino que permanecerá con los justos y humildes. 10. Los sucesos que te, sobrevengan los acogerás como bienes, sabiendo que nada sucede sin Dios.>>

La EXISTENCIA del DEMONIO es DOGMA de FE. El NUEVO TESTAMENTO habla del DEMONIO 511 VECES.

Está definido en el Concilio Lateranense IV, en el año 1215, respondiendo a la oposición de los cátaros y albigenses, que se habían instalado en el sur de Francia, y que eran herederos de la concepción maniquea, según la cual existía un principio absoluto del bien y un principio absoluto del mal.
El Concilio define que el demonio no es un principio absoluto, sino una CRIATURA limitada creada por Dios, que, por su mala voluntad, se rebeló contra Él.
Eso es un dogma del Concilio Lateranense IV.
Ahora bien, yo quisiera decir que lo importante de una verdad de fe no es que sea dogma, porque un dogma no es más que una verdad que el Magisterio define, digamos, definitivamente, porque está siendo negada por una determinada ideología o teología. Lo importante de una verdad es que se encuentre en la Sagrada Escritura y en la Tradición, lo que llamamos una VERDAD DE FE DIVINA.
En el NUEVO TESTAMENTO SE HABLA DEL DEMONIO 511 VECES. Eso quiere decir que es verdaderamente una realidad, porque de algo meramente simbólico no se estaría tan pendiente en la Escritura. Pero, sobre todo, si nos fijamos en las palabras del capítulo 8 del evangelio de San Juan, Cristo lo considera una persona; le llama Príncipe de este mundo, Padre de la mentira y Homicida desde el principio. Además, Jesucristo, cuando hace exorcismos, particularmente en el evangelio de San Marcos, lo trata como una persona: “Sal de ahí, yo te lo digo, Satanás: sal de ahí”, y le llama personalmente Satanás.
Además, aparece realmente como el enemigo personal del Reino de Dios que Cristo quiere instaurar. El Reino es la salvación definitiva que ha llegado con Cristo, y que nos libera del pecado y de la muerte y nos introduce en la filiación divina. El enemigo de este Reino no son las legiones romanas. Jesucristo no dice: El Reino de Dios ya ha llegado porque empiezan a marcharse los romanos, sino que, si yo expulso a los demonios con el dedo de Dios, es que el Reino de Dios ha llegado.
Jesucristo, en un párrafo estremecedor del evangelio de San Juan:
<<Ahora el príncipe de este mundo es echado fuera. Cuando yo sea levantado hacia lo alto, atraeré a todos hacia mí.>>
Cristo, pues, tiene conciencia de liberar una batalla personal con el demonio, de tal manera que esa batalla comienza con las tentaciones en el desierto, con las cuales el demonio quiere desviar a Cristo del camino de obediencia que le lleva a la Cruz, prometiéndole un triunfo en el sentido mesiánico de los judíos, y esa lucha dura hasta la Pasión. De manera que san Lucas dice, en el capítulo 4 de su evangelio, a propósito de las tentaciones, que le dejó hasta otra oportunidad, que es precisamente cuando Jesucristo está ya en la oración de Getsemaní.
El Magisterio actual ha hablado muchísimo del demonio:
el Concilio Vaticano II habla 18 veces del demonio, en unos textos que realmente estremecen, como cuando dice, por ejemplo, que en el bautismo hemos sido arrancados de la esclavitud del Maligno para vivir en la libertad de los hijos de Dios, siguiendo textos de la Tradición de la Iglesia. Pablo VI pronunció una frase en 1972, cuando se hizo esta pregunta, el día 29 de junio, en la basílica de San Pedro: “¿qué pasa en la Iglesia, que nos las prometíamos felices en el Vaticano II, y ahora estamos inmersos en una tremenda confusión? Esto es el humo de Satanás que ha entrado en la Iglesia”, respondió. Ese mismo año, el 15 de noviembre, dio una catequesis sobre el demonio magnífica, que quizás sea la página más bella, más dramática, más profunda que se haya escrito nunca sobre el demonio, y que en la Iglesia la mayoría desconocen.
CATECISMO 2850 La última petición a nuestro Padre está también contenida en la oración de Jesús: “No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno” (Jn 17, 15). Esta petición concierne a cada uno individualmente, pero siempre quien ora es el “nosotros”, en comunión con toda la Iglesia y para la salvación de toda la familia humana. La Oración del Señor no cesa de abrirnos a las dimensiones de la Economía de la salvación. Nuestra interdependencia en el drama del pecado y de la muerte se vuelve solidaridad en el Cuerpo de Cristo, en “comunión con los santos” (cf RP 16).
2851 En esta petición, el mal no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios. El “diablo” (diá-bolos) es aquél que “se atraviesa” en el designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo.
En la misa había una oración en latín pidiéndole a san Miguel Arcángel que nos librara de las asechanzas del demonio. Esa oración, que se decía en todas las misas de toda la Iglesia católica, la introdujo León XIII como consecuencia de una visión que tuvo haciendo la acción de gracias después de la misa, según la cual habría un tiempo en que el demonio entraría en la Iglesia y sembraría la confusión. Impresionado por aquella visión, tomó lápiz y papel y escribió esta oración poniéndola, como digo, en la liturgia de toda la Iglesia.
No hay ninguna vida de un santo, absolutamente ninguna, en que no haya habido una lucha personal contra el demonio. Y esto, en la vida espiritual de una persona cristiana, aunque no tenga visiones del demonio, hay un combate espiritual contra el Maligno, como lo tuvo Cristo desde el principio.
En el bautismo, una parte del rito es un exorcismo.
El Siervo de Dios, Tomás Morales S.J., escribió este “creo en el diablo”. Lo redactó a partir de las reglas de discernimiento de los Ejercicios Espirituales del gran San Ignacio de Loyola.
1º. Creo que existe y que es muy eficaz y potente.
2º. Creo que tiene mucho interés en hacerme creer que no existe.
3º. Creo que ataca por el punto más débil.
4º. Creo que ataca poco a poco.
5º. Creo que se envalentona si me acobardo y se acobarda si con valor doy rostro.
6º. Creo que está empeñado en que me quede solo.
7º. Creo que utiliza táctica alternante. Cuando estoy en baja: placeres aparentes. Cuando en alza: desganas, desconfianzas, desalientos.
8º. Creo que intentará haga yo mudanza en tiempo de desolación.
9º. Creo que se disfraza de “ángel bueno”.
10º. Creo que si permanezco unido a la Virgen Inmaculada, no tengo nada que temer.